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Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí, así solían llamarlo, ya que era casi tan viejo como este y así se obviaba su sabiduría. Lo admiraba tanto como lo quería. Sin embargo, siempre fue un hombre reservado, como si dentro llevase un secreto que si llegase a ver la luz acabaría con todo. Ese día fue diferente, era como si parte de su alma se hubiese separado de él, se veía vacío, de repente un color amarillento se adueñó de su decrépito ser y ese intrigante e indescifrable misterio se fue con él.